El espacio interior by Anselm Grün

El espacio interior by Anselm Grün

autor:Anselm Grün [Grün, Anselm]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Espiritualidad
editor: ePubLibre
publicado: 2002-12-31T16:00:00+00:00


VIII

La celda es el cielo.

Si imagino que mi celda es el espacio donde Dios mismo habita en mí, entonces puedo devenir sano gracias a su amor. Los monjes conocen el dicho: «Cella est coelum», «La celda es el cielo», es el espacio donde el monje habla con Dios como con un amigo, donde se siente rodeado por el amor de Dios. Él es un Dios materno, que me cubre con su amor. Al retirarme continuamente con mis conflictos y mis frustraciones a la cueva del amor divino, puedo experimentar la sanación. Pero no puedo permanecer siempre en esa gruta. Como Elías, he de volver de nuevo al monte, exponerme a la vida con sus conflictos y dejarme provocar por Dios. Dios no es solamente el Dios materno, que me abraza con su amor, sino también el Dios paterno, que me hace salir de la gruta y me desafía.

La meta de la oración de Jesús consiste en llegar a ser uno con el Dios y Padre de Jesucristo. De este modo, Jesús se convierte verdaderamente en el camino hacia el Padre, tal como lo ha prometido en el Evangelio de Juan: «Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).

Jesús nos muestra lo que podría sucedernos también a nosotros en la oración. Jesús ora durante el bautismo y el cielo se abre sobre él (Lc 3,21). Ésta es una hermosa imagen para indicar el efecto de la oración: cuando oramos, el cielo se abre sobre nosotros. En la oración, el Espíritu Santo desciende sobre nosotros. Y al orar, experimentamos que somos amados incondicionalmente por Dios. En la oración reconocemos quiénes somos verdaderamente. Cuando Jesús sanó al leproso y una multitud afluyó de todas partes para oírle, él «se retiró a un lugar solitario para orar» (Lc 5,16). La oración es un refugio al que podemos retirarnos para estar protegidos del ruido del mundo y de las expectativas de los demás. Lucas habla de la oración de Jesús durante la transfiguración. «Mientras oraba, el aspecto de su rostro se mudó y sus vestidos eran de una blancura fulgurante» (Lc 9,29). En la oración entramos en contacto con nuestra verdadera esencia: cae todo lo superficial y se hacen añicos las máscaras detrás de las cuales nos ocultamos. Transfiguración significa que se transparenta lo auténtico, nuestra belleza originaria: el resplandor de Dios que está en nosotros brilla en nuestro rostro, reconocemos que somos la gloria de Dios. En el episodio de la transfiguración, junto a Jesús aparecen Moisés y Elías. Moisés es el legislador y el liberador. Si oramos, nuestra vida recupera el orden y experimentamos en Dios la verdadera libertad: las opiniones que los demás tienen sobre nosotros no son ya importantes. Elías es el profeta. En la oración descubrimos nuestra misión profética. En ella intuimos que con nuestra vida podemos expresar algo que puede manifestarse en este mundo sólo a través de nosotros. En la oración —como nos dice el relato de la



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